lunes, 7 de noviembre de 2005

Inspiranzas

Hace un par de días, en horarios laborales, y gracias a la motivación de participar en el foro de un amigo, me salió un cuentito, y me gustó como quedó, asi que hoy se los regalo a ustedes para que puedan apreciarlo también desde acá, mi lugar...

Nzingha, belleza morena del África occidental, había recibido su nombre en homenaje a la reina Amazona, quien con gran valor y coraje enfrentó a los mercaderes de esclavos portugueses. A pesar de sus profundos deseos de conquistar las glorias pasadas, y llevar a su pueblo a nuevos tiempos dorados, el esquivo destino iba a jugarle una mala pasada. A la hora de su nacimiento, y siguiendo las costumbres de la región, su amor, su cuerpo, y su vida habían sido prometidas a una familia poderosa del lugar, obligándola a una vida de sumisión, desencantos y aburridas horas de adiestramiento que la transformarían de esa fierecilla rabiosa que un día disfrutaba del sol sobre su cara, y cuyo corazón era más bravo que el más brioso de los río, en la civilizada señorita capaz de emular a la mas fina de las damas europeas.
Al correr de los años su postura mejoró paulatinamente, y junto a ella su impostura, la sonrisa la acompañaba día y noche por las adornadas calles de la ciudadela, aunque su caminar cargaba penas como ningún habitante de su comunidad nunca podría sentir.
El tiempo pasó, y finalmente el día tan distante, que alguna vez creyó nunca ver llegar, y que últimamente deseaba no alcanzar, la atrapó entre sus infatigables brazos, y en una sorprendente ceremonia esa unión se llevó a cabo, y en una noche de bodas afianzada a las costumbres más occidentales, ella cumplió con su rol de amante y apasionada esposa, como durante tantos años le habían enseñado.
La magia no fue solo causa de su largo entrenamiento en las bellas artes amar, sino que la pasión provino de la cautivadora mirada con la cual, aquel niño que durante muchas horas en la niñez había compartido momentos, le mostraba su amor durante su agasajo.
El ritual matrimonial fue fugaz, pues al instante ella se enamoró, y supo que aquellas enseñanzas de las cuales toda su vida había renegado, y consideraba una vergüenza para las mujeres de su pueblo, no serían más que una forma de demostrar toda esa pasión hacia aquel hombre que compartiría el resto de sus días, y que esto no le impediría nunca llegar a ser la gran mujer que siempre quiso llegar a ser.
Al día siguiente las emociones continuarían, pues por primera vez en su vida vería las saladas costas oceánicas, donde un barco la esperaría para llevarla a vivir maravillosas aventuras de la mano de su hombre, recorriendo el mundo como nadie antes lo había hecho.
Al llegar al puerto notó a la distancia un barco con una bandera llamativa de brillantes colores, con su curiosidad intacta a pesar de los años, resolvió aproximarse. Al llegar vio a personas con grilletes en sus cuellos, con cadenas en sus pies, e incapaces de gritar por su libertad, eran arrastrados hacia destinos inciertos. Sin dudarlo un segundo corrió hacia ellos, y en un acto desesperado causado por su impotencia, dejando caer lágrimas de dolor, por la culpa de no haberse revelado contra las voluntades ajenas que habían guiado su vida, ni contra sus propios tapujos, dejó salir un grito desde el centrote su pecho y, lastimándose las manos con el duro metal, quiso ganarle al destino. El plomo caliente que un artillero le concedió como premio a sus vanos esfuerzos no dejó mas que sufrimiento en aquella calurosa mañana, la libertad a su pueblo siguió siéndole esquiva, el sufrimiento de su nuevo viudo duró un poco mas que la llegada del ocaso, y muchos curiosos solo vieron a otra esclava más que en un acto violento había recibido su merecido. Pero aquel día de libertades la Madre África supo llorar en silencio el destino de su preciosa hija, la reina Nzingha.

sábado, septiembre 03, 2005

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